domingo, 30 de agosto de 2015

Mi pequeña valiente.

Y dejó naufragar su pequeño barco de papel,
dejó que surcara todos los mares
donde alguna vez sumergió su cuerpo en ellos,
y sangró todo el dolor que guardaba dentro.

Ya ni sé si era más una margarita,
un tulipán o una rosa con espinas.
Sólo sé que era una flor,
que salía cuando hacía sol,
y no intentaba esconderse cuando llegaba la tormenta,
que florecía igualmente, contra cualquier pronóstico que marcase la Tierra.

Si te fijabas bien en sus oscuras pupilas
podías descubrir una lágrima
por cada noche que suspiraba,
y nadie estaba allí para salvarla,
pero ella siempre fue valiente,
y te miraba con la esperanza de que algún día
se recuperaría.
Y así fue.

Durante mucho tiempo ahogó millones de palabras
y ahora que ha decidido soltarlas
nadie podría negar que es todo un poema,
un poema que es capaz de crear arte
con cada una de las palabras que la componen.
Ahora es un lienzo,
que poco a poco se va pintando,
que poco a poco se llena de color,
con algunas líneas más rectas y definidas que otras,
pero que no dejan de ser preciosas.

Esa página en blanco ha empezado a llenarse
de rimas y estrofas
que nunca me gustaría que acabasen,
porque quiero seguir leyendo cada una de sus horas.

Ella se ha convertido en una bailarina dispuesta a bailar,
a ponerse de nuevo sus viejas zapatillas,
su traje, y seguir el ritmo que la música le toca,
distorsionando algunas veces las notas
pero sin cambiar la melodía de su vida.
Ha decidido seguir girando con el mundo,
siguiendo sus pasos,
y descubriendo caminos nuevos.

Hay veces en las que todavía cae,
pero esa no es su razón para dejar de luchar,
porque volverá a levantarse tras la caída.
Acabó por darse cuenta de que era la única guionista de su vida,
y que ya era hora de dejar de tener miedo
y abrir el telón de una vez por todas.

Ahora se mira en el espejo y le dice a su reflejo:
'Qué bien te ves hoy', y sale a la calle sin miedo porque sabe
que de nada vale sentir lo contrario,
que este es su momento y debe aprovecharlo.
Decidió recoger todos los cristales rotos
que una vez cayeron al suelo estallando en mil pedazos
para volverlos a unir,
y sentir menos dolor.
Terminó cansándose de aguantar toda la tinta que llevaba dentro
y al final la derramó por millones de hojas
que necesitaban ser escritas
de una vez por todas.

Ahora siempre sabe que al día siguiente de un sueño
va a tener que seguir luchando,
pero ya no tiene miedo,
porque sabe que es lo suficientemente fuerte
como para vencerlo.

Valiente,
mi pequeña valiente,
una más de este mundo de locuras
en el que aprendes a nadar
o te quedas atrás,
que ha sabido darse cuenta
de que vale la pena,
y que sufrir no la vale tanto,
que ha sido capaz de nadar contra cualquier corriente
que le impidiera el paso
y le hiciera todo un poco más pesado.
Sigo confiando en ti
para que sigas nadando.

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